El imperio medio
El Imperio Medio empieza hacia 2060 a. de J.C, a fines de la XI dinastía. Buscando apoyo en la clase acomodada, el faraón Mentuhotep I logró restablecer su poder sobre el Bajo Egipto. Durante el reinado de sus sucesores Mentuhotep II y Mentuhotep III, toman mayor impulso los tráficos, se abre una vía comercial hacia el Mar Rojo y prosigue la política de expansión en Nubia. Hacia el año 2000 a. de J.C. tiene comienzo la XII dinastía, una de las más célebres y más grandes de la historia egipcia. Su fundador Amenem het intensifica el culto de Amón, a quien eleva al más alto rango entre las divinidades.

Es un administrador de gran habilidad y bajo su autoridad Egipto conoce un nuevo período de prosperidad. En política exterior Amenem-het lleva los confines de Egipto al corazón mismo de Nubia llegando hasta Korosko, y traba batalla contra los pueblos líbicos. Le sucede su hijo Sesostris I, quien se adueña de las minas de oro del Uadi Allaki. A fin de asegurar la continuidad de la dinastía asocia al trono a su hijo mayor, y éste es un ejemplo que todos sus sucesores seguirán.
EL IMPERIO MEDIO EN EGIPTO
Queda muy poca documentación acerca del reinado de Amenemhet II y Sesostris II, sus sucesores. Se sabe sin embargo que entablaron relaciones comerciales con Fenicia y sanearon la región palustre de Fayum, donde Amenemhet III hará construir más tarde un lujoso palacio, tan complejo que los Griegos lo mencionarán como "el Laberinto". Su sucesor Sesostris III fue uno de los soberanos más gloriosos de Egipto. Llevó a cabo cuatro expediciones militares contra Nubia, la que colonizó definitivamente. Avanzó hasta Palestina y mandó edificar fortalezas en los confines con el Sudán. En aquella misma época la vida cultural floreció notablemente, con la creación de obras célebres como el Libro de las dos Vías y los Preceptos de Amenemhet.
La XII dinastía pone fin al Imperio Medio, dando comienzo al segundo período intermedio aún hoy el menos conocido y el más dudoso entre los períodos históricos del antiguo Egipto. Es un período dominado por la invasión de pueblos extranjeros de raza semítica procedentes de Oriente. El sacerdote Manetón de Se-benitos, quien escribió en griego una historia de los Hechos memorables de Egipto, los llama Hiksos, que es una deformación de la palabra egipcia "Hekakha-sut", o sea "pueblos extranjeros". Estos invadieron las fértiles planicies del Delta y fortalecieron Avaris, que hicieron su capital.
La victoria de los Hiksos sobre los Egipcios debió de ser muy fácil, no sólo porque encontraron un gobierno ya vacilante, sino porque disponían de una potencia militar muy superior a la de Egipto: empleaban, en efecto, armas de hierro y carros de guerra tirados por caballos, cosa que a los Egipcios les era completamente desconocida. Los Hiksos ocuparon Egipto por cerca de un siglo. Por fin, algunos príncipes tebanos, aliados con otras dinastías del Alto Egipto, lograron derrotar al ejército de los invasores. La guerra de reconquista y liberación fue terminada hacia 1622 a. de J.C. por Ahmés, el fundador de la XVIII dinastía, quien acosó a los enemigos hasta el sur de Palestina y luego reunió todo Egipto bajo su cetro.
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