Las mansiones de los nobles
La vivienda de los nobles y de las clases acomodadas era, normalmente, mucho más pequeña y menos rica en decoraciones que la mansión del faraón.
En las ricas ciudades del Delta, los armadores y los grandes comerciantes se habían construido viviendas principescas, mientras que en las ciudades del Alto Egipto las casas más hermosas pertenecían a los príncipes y a los funcionarios gubernativos.
Durante el tercer milenio antes de Cristo, la morada principesca de los vivos es muy similar a la morada principesca de los muertos: en efecto, las casas de los notables de la antigua Menfis, capital del Alto y del Bajo Egipto, eran muy similares a las "mastabas" que todavía hoy se ven en torno a las Grandes Tumbas de los faraones, en las necrópolis de Gizeh y de Sakkarah.
Estas mansiones presentaban el aspecto de un paralelepípedo más o menos rectangular, de una sola planta y con una única entrada. Delante de ella, a veces, había un pequeño jardín vallado. Un pequeño sendero conducía a la casa, situada algo más hacia atrás, con un pórtico delantero que en las casas más ricas tenía uno o dos pilares. El bloque paralelepípedo del edificio estaba "excavado" por numerosas habitaciones de diferente tamaño y por uno o dos patios a cielo abierto. Los cuartos no recibían luz y aire del exterior, sino de los patios y atrios del interior.

La distribución de los locales no seguía un esquema axial o simétrico, sino sencillamente una sucesión regulada por las exigencias de la familia y por sus posibilidades económicas. Normalmente en el vestíbulo había un pequeño recinto que hacía las veces de portería; a la derecha se hallaba el ala de recibo, la sala donde se reunía la familia, el estudio y las habitaciones particulares del dueño de la casa, dispuestas en torno al peristilo del patio principal; a la izquierda se encontraban las habitaciones de los hijos, así como los locales privados de la dueña de casa, que disponía de un patiecillo propio. Entremezclados: los distintos servicios, la cocina, la despensa, el almacén. Según el cargo del propietario, el ala de recibo tenía una salita en el fondo donde marido y mujer, sentados en dos pequeños tronos, recibían a los huéspedes y a sus sirvientes, y asistían a las fiestas. En un pozo-cisterna se recogía el agua, transportada por borricos o llevada por la servidumbre. Debajo de la cocina o de otras habitaciones de la casa había sótanos para conservar los víveres o depositar objetos y adornos.
Las mansiones de los nobles egipcios
En las postrimerías del 3000 a.C. y durante todo el milenio sucesivo, estas mansiones adquieren cada vez mayor importancia y autonomía, tendiendo a imitar - aunque con mayor modestia - el Palacio del faraón. El número de habitaciones aumenta y su distribución se vuelve más ordenada y axial; el edificio se enriquece con columnas, si bien de madera pintada, en los atrios, en los pórticos y en el interior de las salas. El jardín adquiere mayor importancia y se le da tamaño considerable, adornándoselo con estanques, fuentes, pérgolas, árboles, flores, e incluso con cenadores.
En la ciudad de Akhetatón, al norte y al sur del centro -es decir, del Templo Máximo y del Palacio de Akhenatón - nacen dos pequeños suburbios formados por parcelas iguales y rectangulares, cada una de ellas con su villa y el correspondiente jardín: todas viviendas similares, nacidas ciertamente de un único proyecto tipo. Casas con habitaciones pequeñas pero numerosas, dispuestas a veces en dos plantas; con atrios amenos, verandas y pórticos-balcones de madera. Casas pintadas con gran profusión, incluso en el techo y los pisos. Y jardines de modesto tamaño, pero todos con sus parterres llenos de flores, pajareras, pérgolas umbrosas, quioscos, laguitos y, en el exterior de la casa, la capillita dedicada a Atón-Ra.
Abandonada Akhetatón, las moradas de los nobles vuelven a descollar en torno a los palacios de Tebas y en las riquísimas ciudades del Delta. Cada vez más numerosas son las habitaciones destinadas al dueño de la casa y a su familia: antecámaras, cuartos de baño, tocadores, salas destinadas a masajes y otras para los ungüentos aromáticos. La cama de los dueños de casa está protegida por un baldaquín de pared doble para mantener el interior más fresco. Un gran número de cuartos con aseo se destina al huésped. Cada miembro de la familia dispone de su propia servidumbre y de habitaciones privadas.
No existían esclavos al servicio de las clases pudientes, y ni siquiera en la residencia del faraón. Los prisioneros de guerra labraban la tierra, que era patrimonio del Estado, y sólo a partir del 1500 a.C. se los entrega como recompensa a los oficiales del ejército, convirtiéndose en propiedad privada de los mismos. Sin embargo, al prisionero-esclavo no se lo trataba como animal de carga; al contrario, hubo casos como el de un rico barbero que, comprado un prisionero le enseñó su oficio, le otorgó en esposa a su sobrina y, tras liberarlo de su yugo, le hizo partícipe de sus propios bienes.
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