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La Esfinge

La Esfinge


A unos trescientos cincuenta metros de la pirámide de Keops se encuentra la gran Esfinge, Abu el-Hol en árabe, que quiere decir "padre del terror". Con sus 73 metros de largo, es la colosal representación de un león con cabeza humana. Hay quien cree que es el retrato del faraón Kefrén que monta la guardia de su tumba.


LA ESFINGE EN EGIPTO

Al princi­pio el nombre de la Esfinge era Horem Akhet, vale decir "Horus está al horizonte", del que los Griegos derivaron la palabra Harmakis. En el curso de los siglos varias veces ha sumergido la arena a la Esfinge, sólo dejando a descubierto su cara enigmática de cinco metros de alto; y cada vez los hombres la han libertado. La restauración más célebre fue la que llevó a cabo Tutmosis IV, quien en sueño recibió del dios Harmakis la orden de sacar la Esfinge de la arena.

En cuanto a los destrozos que se observan en la cara del mítico hombre-animal, ellos son en parte obra de la erosión del viento y en parte de los cañona­zos de los Mamelucos, que allí se ejercitaban en el tiro al blanco.

El Rio Nilo

El Rio Nilo


El Nilo se extiende por 6.500 kilómetros, desde la re­gión de los grandes lagos africanos hasta el Mediterrá­neo. Sus fuentes quedaron desconocidas hasta el siglo XIX: hoy día han sido identificadas con el río Nyava-rongo, un afluente de otro río que desemboca en el la­go Victoria.

El Nilo se dirige hacia el norte atravesando inmensas sabanas ricas de bosques y aguazales, luego recoge por la izquierda las aguas del Bahr el-Ghazal (río de las Gacelas) que procede de las regiones del Darfur y del Congo, y por la derecha las del río Sobat, del Nilo Azul (Bahr el-Azrak) y del Atbarah, que bajan de las mesetas abisinias. Choca luego con la barra calcárea del Sahara e, interrumpido por las cataratas en su cur­so quieto y regular, se dirige lentamente hacia el Medi­terráneo sin recibir ningún otro afluente. Egipto pro­piamente dicho no es sino la parte septentrional de este valle, que se extiende en sentido longitudinal desde la catarata de Asuán hasta el mar. De Asuán a las ruinas de Tebas se estrecha el valle, cerrado a los lados por montañas rocosas; pero de Tebas a El Cairo se hace notablemente más ancho.


El rio Nilo en Egipto


En El Manach el Nilo se di­vide en dos ramas, la principal de las cuales es la orien­tal, que más se asemeja a un lago sinuoso que a un ver­dadero río, salpicado de numerosos islotes, las orillas moteadas de datileras, acacias, sicómoros o cubiertas de campos de cebada, de trigo y de alfalfa. Tan pronto el Nilo se deja atrás El Cairo, también desaparecen las montañas que hasta entonces le habían acompañado. Los montes arábicos y líbicos se alejan progresivamen­te hasta perderse a lo lejos, los unos en los confines del Mar Rojo y los otros en el litoral del Mediterráneo, al oeste de Alejandría. En el Delta, vasta planicie de for­ma triangular, numerosos canales unen la rama de Re-chid (Roseta) con la de Damieta (o Dumiat).


Todos los años, después de las lluvias torrenciales que azotan las montañas de Etiopía y las regiones de los la­gos ecuatoriales, el Nilo va hinchándose hasta desbor­dar e inundar todo el valle en pocos meses. A fines de abril la crecida alcanza la capital del Sudán, Jartum, y a través de Nubia, llega a Egipto propriamente dicho entre fines de mayo y principios de junio. Hasta octu­bre el Valle está cubierto por la benéfica capa de limo depositada por la crecida, la que se retirará completa­mente sólo a principios de diciembre. Esta inundación periódica ha permitido a Egipto poseer una flora y una fauna muy ricas. Crecen en el país árboles maderables, numerosas especies de acacias y de sicómoros, tupidos bosques de palmeras y muchas plantas acuáticas, co­mo el papiro y el loto. El Nilo y sus lagos son muy ri­cos de peces. Ya en el tiempo antiguo conocían los Egipcios la mayor parte de los animales domésticos; y, por el contrario, hay muchas especies de animales sal­vajes que han desaparecido en el curso de los siglos. No hay más leones ni grandes felinos, como el leopar­do y la onza; y el hipopótamo no vive más en el Delta, ya desde fines del siglo XVI, refugiándose con el coco­drilo más allá de las cataratas desde que aparecieron los botes de vapor. Sin las crecidas del Nilo todo el va­lle egipcio sería un estéril desierto y por eso vale hoy todavía lo dicho por el gran Herodoto, que "Egipto es un don del Nilo".

Isla de Filae

Isla de Filae


En medio de un escenario evoca­dor de rocas graníticas, la isla sagrada, dominio de la diosa Isis, alza sus columnas y sus pilares hacia el cielo apacible, y por ello el espectador tiene la impresión de encontarse frente a un paisaje irreal.


El templo de Filae es, con el de Edfu y el de Dendera, uno de los tres tem­plos ptolemaicos mejor conser­vados. Una vez construido en 1904 el primer embalse de la primera catarata, el templo quedó su­mergido por las aguas del Nilo durante casi todo el año. Sólo podía visitarse en el mes de Agosto, el solo período en que abríanse las esclusas para evitar la presión excesiva de la crecida.


ISLA Y TEMPLO DE FILAE


Al momento de construir la gran presa de Asuán, el templo fue desmontado, transportado y vuelto a montar como antes, pero en la isla Egelika, 150 metros más al norte. El culto de Isis en la isla de Filae databa de tiempos muy remotos. Por tra­dición, todo Egipcio debía hacer una romería a Filae al menos una vez al año. Filae es la más pequeña de las tres islas en que termina al sur el grupo de rocas que forman la primera catarata. Mide 400 metros de largo por 135 de ancho. El conjunto monumental del santuario dedi­cado a la diosa está concentrado al sur de la isla, pues los antiguos Egipcios creían que la milagrosa y beneficiosa inundación del Nilo tenía comienzo en aquel lugar.

En 535, cuando Justiniano terminó de evangelizar Nubia, el obispo Teodoro transformó el templo en una iglesia consa­grada a San Esteban.


La punta sur del islote está ocu­pada por el templo de Necta-nebo I, en forma de pequeño pabellón sostenido por catorce columnas hatóricas. También a Nectanebo I se debe la construcción del primer pilón del templo de Isis, cuya parte inferior está decorada con una gran escena que representa al faraón Ptolomeo XIII ofreciendo en sacrifi­cio enemigos cautivos a los dioses Hathor y Horus.